
Como sucede en casi todos los renglones que son del dominio público y con las personalidades públicas, existen quienes están de acuerdo con su posición, con el desempeño de su labor y quienes no. Sin embargo, lo que se decía debería permanecer fuera de toda duda o crítica, es el derecho que cada quien tiene de expresar sus opiniones, sus pensamientos o realizar sus interrogantes. En el presente y desde hace mucho, mucho tiempo, lo anterior es solo una quimera, un deseo, una aspiración que la realidad viene borrando.
Hace algunos años, tanto Carmen Aristegui como Javier Solórzano fueron puestos en un paredón a causa de las información que sacaron a la luz pública sobre los daños a terceros causados por Marcial Maciel, por su conducción impropia de un miembro de la Iglesia y además fundador de una de las congregaciones con reconocimiento mundial y gran fuerza en el Vaticano, además de contar con un patrimonio económico envidiable. De todos puntos de la geografía, no sólo nacional sino del Orbe, surgieron voces defendiendo al sacerdote que intentaban opacar las denuncias de quienes fueron víctimas de violaciones tanto físicas como sicológicas.
El tiempo puso a cada quien en su lugar y ahí están a la vista los resultados para el curita Masiel. Jorge Ramos, otro periodista con prestigio, sufrió el despido y la persecución por lanzar al aire una interrogante a Vicente Fox: “¿toma usted Prozac?”. El guanajuatense reaccionó furioso y la emprendió en contra del comunicador. Salió la verdad a la luz y resulta que la famosa “píldora de la felicidad”, la que hacía que el de las botas viera al país de una forma totalmente distinta al resto de los ciudadanos, era el medicamento con menos efectos sobre las acciones y reacciones del entonces primer mandatario.
Martha Sahagún, sin el menor rubor y siempre con amenazas sobre la suspensión de acuerdos económicos, “cortó” cabezas lo mismo de directores que de reporteros y fotógrafos que “se atrevían” a divulgar lo que ella solita hacía público, como su vida privada al lado de Fox y de lo que acontecía dentro de su vida familiar, antes de que apareciera en su existencia quien la llevara a vivir a la casona presidencial en calidad de amante. La misma Aristegui fue despedida de la estación W Radio por atreverse a revelar lo que sucedería con la famosa Ley Televisa y ahí están los estragos de tal documento que es toda una bofetada hasta para el mismo gobierno ya que exhibe una serie de complicidades que todavía no conocen el límite.
En el presente y a raíz de comentar la manta que exhibieran en la Cámara de Diputados los petistas: Fernández Noroña, Jaime Cárdenas y Mario Di Costanzo sobre el alcoholismo que se asegura padece Felipe Calderón, la Aristegui preguntó: “¿tiene o no Felipe Calderón problemas de alcoholismo? Esto merece una respuesta seria, formal y oficial de la propia Presidencia de la República” y tal interrogante fue interpretada por los de MVS noticias como una “trasgresión a nuestro código ético”. Y, en nuestra consideración, esta explicación después de que los petistas aseguraran que el michoacano padece tal enfermedad es totalmente exigible para satisfacción, simplemente, de los millones de ciudadanos que con nuestros impuestos le pagamos el sueldo y se lo pagamos muy, pero muy bien.
Sólo que la orden tiene su historia misma que parte de la presentación de una disculpa pública por lo expresado, a lo cual la comunicadora se negó, y la amenaza de cancelarles de manera definitiva las concesiones que tienen y que no les han renovado. Así que le dieron lo que consideraron “una última oportunidad” al exigirle se retractara y diera amplias explicaciones sobre el por qué daba como noticia un rumor, como si no supieran que tal rumor hace tiempo que es una noticia y no precisamente agradable. Al no aceptar hacer semejante papelón y antes de sufrir mayores repercusiones los empresarios de la comunicación decidieron “romper la relación laboral”.
Más allá de este despido está la ilegalidad en la que se incurre al violar la libertad de expresión, acción que también han ejecutado varios comunicadores al señalar con índice de fuego a quienes presentaron la manta. Fueron los panistas quienes al retirarse del pleno “reventaron” la sesión y culparon a los petistas, los señalaron de rijosos, de promover el subdesarrollo del país, como si ellos y los priístas y los verdes y los de Nueva Alianza y los perredistas laboraran todos los días, como si no tuvieran tantas y tantas semanas de asueto, como si tuvieran calidad moral para lanzar señalamientos. El siguiente paso es ir en contra del fuero para que ya nadie pueda hacer este tipo de comentarios ni siquiera ahí, en donde nació para que los legisladores pudieran expresarse libremente sin temor a las reacciones del gobierno en turno sea cual sea su procedencia.
La descomposición avanza y sin freno.
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